Él es argentino,
yo, paraybano,
nos conocimos en un boliche
em Buenos Ayres ya hace un año.
Desprendidas las luces,
al despedirnos quedamos
una semana en un atlantis cruise ™,
de Miami al Caribe.
Juntos estuvimos el primer día.
Pero nomás se le fueron acercando
los nativos y unos otros tantos,
enseguida se puso mi noviecito
a perderse por el camino
a volver a bailar conmigo.
Yo no hablo nada inglés,
ni de mi parte causé
ilusión en los americanos.
Así, al final pasé las vacaciones
com más soledad y desengaño
que un maestro yogi.
Los amores de verano, escuchen,
lo rápido es lo que los hace dulces:
no llevan más que la temporada,
aunque cuesten a veces caras
llamadas internacionales,
como a veces deshacen
unas almas desesperadas
de nostalgia y de quebranto.
Ya los amores de facebook,
ya prevengo que los rehúsen,
pues no hay de los que duren
más que una ida al baño.
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